miércoles, 15 de abril de 2015

El águila y el halcón

Cuenta una leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo, tomados de la mano, Toro Bravo, el guerrero y Nube Alta, la hija del cacique.
-Nos amamos -empezó el joven.
-Y nos vamos a casar -dijo ella.
-Queremos un hechizo, un conjuro, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos -dijeron los jóvenes al unísono.
-Hay algo que puedo hacer por vosotros, pero es una tarea muy difícil y sacrificada -dijo el brujo tras una larga pausa.
-No importa -dijeron los dos.
-Entonces -dijo el brujo- Nube Alta, sin más armas que una red y tus manos, subirás al monte y cazarás al halcón más vigoroso. Tráemelo vivo al tercer día de luna llena... Y tú, Toro Bravo -   prosiguió el anciano- tu debes traer de la montaña más alta  a la más valiente de las águilas, traerla viva sin ninguna herida.
Los jóvenes asintieron en silencio y, después de mirarse con ternura, partieron. El día establecido por el brujo, los jóvenes llegaron a su tienda con dos grandes bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. Eran sin duda las aves más hermosas de su estirpe.
-Ahora -dijo el brujo- atad entre sí las aves por las patas con estas tiras de cuero. Después soltadlas y dejad que intenten volar. El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo, pero solo consiguieron revolcarse en el suelo. Irritadas por su incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí.
-Éste es el conjuro. Jamás olvidéis lo que habéis visto hoy. Vosotros sois como el águila y el halcón... si os atáis el uno al otro, aunque sea por amor, viviréis arrastrandoos y, tarde o temprano, os haréis daño el uno al otro. Si queréis que vuestro amor perdure volad juntos pero jamás atados!

domingo, 15 de marzo de 2015

Escuchar y sugerir

Todos nosotros, en un momento u otro de nuestra vida, pasamos por ciertas dificultades y situaciones que hacen que necesitemos de los demás de alguna manera. Las personas, como seres sociales que somos, muchas veces tenemos la necesidad de compartir lo que nos pasa y expresar cómo nos sentimos, aún cuando el problema sea nuestro y nosotros seamos, en última instancia, quienes tengamos que tomar la decisión de qué camino seguir.

Suele ser habitual, que cuando tenemos un problema, a las primeras personas a las que les hacemos partícipes de ello sean a las que tenemos más próximas, es decir, familiares y amigos. También suele suceder que esas personas allegadas nos aconsejen de manera pronta qué debemos hacer y cómo hacerlo. 

Pero muchas veces sucede que las personas, cuando le contamos algo a alguien, no buscamos que nos digan qué debemos hacer, simplemente lo que queremos es ser escuchados, comprendidos, y, muy importante, no ser interrumpidos. Es muy reconfortante para la persona que sufre tener a alguien a su lado que le dedica su tiempo, que la escucha con atención. ¡Los consejos deberían darse solo si el otro realmente nos lo solicita!

En relación a los consejos hay que hacer un inciso. Puede ser que en un momento dado alguien nos pregunte qué haríamos nosotros ante tal situación o problema, pero esto no quiere decir que la persona que nos pide nuestra opinión tenga que seguir nuestro ¨sensato¨ consejo. ¡Los consejos están para ser escuchados pero no necesariamente para ser seguidos! En última instancia, es la persona afectada la que debe decidir qué decisión tomar.

También me gustaría añadir un matiz a todo esto; no es lo mismo aconsejar que sugerir. Cuando alguien recibe un consejo suele tener una sensación de inferioridad, y también de cierta imposición por parte del otro, si tenemos que decir algo a alguien la sugerencia suele ser lo más indicado. Cuando le sugerimos algo a alguien la persona suele recibir el mensaje con una grata sensación de prudencia y respeto.

No cabe duda de que las personas que nos quieren desean lo mejor para nosotros, pero eso no quiere decir que esos consejos tan bien intencionados sea lo que más nos conviene. Hay que darse cuenta, que lo que podría ser válido para uno mismo no tiene porque serlo para el otro. La otra persona tiene una manera distinta de ver las cosas, y por tanto, la decisión que tomará será desde su perspectiva. En última instancia, hay que permitir que el otro tome sus propias decisiones, para bien o para mal.

domingo, 15 de febrero de 2015

La pérdida

Hay ciertos momentos en la vida que nos provocan tal sacudida que nos pueden llevar a entrar en una profunda crisis, Y, usualmente, estas situaciones se suelen producir cuando hay una pérdida. La pérdida puede ser de un ser querido, de una relación, de un trabajo, de la vivienda, etc. En esos difíciles momentos debemos darnos permiso para sentirnos mal, es un período de aceptación de la situación y de tránsito hacia una nueva realidad, debemos respetar nuestro dolor y cuidarnos de la mejor manera posible.

Hay que decir también, que probablemente ya no volveremos a ser los mismos. Las experiencias que vivimos nos cambian lo más profundo de nuestras estructuras cerebrales, y más cuando estas experiencias de pérdida se refieren a personas o situaciones que representan verdaderos puntales en nuestra vida. En este estado quizás uno necesite estar solo, dedicar un tiempo a recordar y a reflexionar sobre lo sucedido, y las demás personas que están alrededor deben permitir a la persona el espacio y el tiempo necesarios.

Este período de transición, de duelo, es sano y necesario pasar por él. Nuestras estructuras cerebrales y mentales tienen que reorganizarse para poder encontrar de nuevo el sentido de nuestra vida y poder seguir adelante. Muchas veces suele ocurrir que después de una pérdida, con el tiempo, podemos darnos cuenta que nuestro sistema de creencias y que nuestra escala de valores ha cambiado. Cosas que antes eran importantes para nosotros quizás ahora ya no lo son tanto y otras que ocupaban un rango inferior en la escala ahora ocupan un lugar destacado. Algunos, a esto, lo llamamos madurar.

El ser humano, y más concretamente la mente humana, parece como si no estuviera preparada para la pérdida. Casi siempre que ésta ocurre se produce un caos que nos sume en el aturdimiento y en el dolor. Afortunadamente, la mente tiene sus mecanismos de defensa y, con el tiempo se irá produciendo una adaptación, un acostumbramiento al vacío dejado por la pérdida, y, si todo va bien, a la superación del trauma. 




jueves, 15 de enero de 2015

Ahora

Es muy frecuente en la mayoría de las personas que los días se vuelvan aburridos y automáticos. Parece que cada día es lo mismo, nos levantamos, nos duchamos, desayunamos, vamos al trabajo, volvemos, cenamos y nos vamos a dormir. Y por consiguiente, es muy común finalizar el día con una sensación de desánimo, de vacío; nos desocupamos de todo y al acostarnos solo pensamos y no estamos conformes en cómo transcurre nuestra vida.

Si pensamos que éste es sólo un día más en nuestra vida nos equivocamos. No es sólo otro día más, es el único día que se nos ha otorgado, el hoy. La vida nos lo ha permitido, es un gran regalo, es todo lo que tenemos aquí y ahora, y la única respuesta apropiada a ese regalo es disfrutarlo, en una palabra, vivirlo!

Creo que el secreto de la felicidad consiste en abrir los ojos a todas esas cosas que suceden en nuestro presente, en el ahora. Es frecuente que a causa del aburrimiento o la monotonía, pensemos que casi nunca pasa nada bueno o interesante en nuestras vidas. Pero si observamos con atención, si conseguimos detener nuestra mente en este ir y venir de pasados y futuros, podremos conocer, descubrir la maravilla que encierra el eterno presente. Nada, absolutamente nada en esta vida se repite!

Nuestra mente consume alrededor del setenta por ciento de su energía recreando el pasado y anticipando el imposible futuro, solo menos de un treinta por ciento de nuestro preciado y limitado tiempo conseguimos, de alguna manera, detener nuestra mente en el aquí. Alguna que otra vez habremos escuchado a alguien, o quizás lo habremos pensado nosotros mismos, que ¨seré feliz el día que consiga jubilarme del trabajo¨ o ¨cuando consiga determinado objetivo¨. Son muchas las personas que le ponen condiciones a su felicidad, pensando, erróneamente, que la felicidad está al final del camino cuando en realidad solo la podemos encontrar durante el trayecto.

No quiero dejar pasar la ocasión para decir que una de las herramientas de que disponemos para entrenar la mente en el aquí y ahora es la respiración. No es ni tan solo necesario aprender ninguna técnica concreta, simplemente la observación atenta del aire entrando y saliendo de nuestra nariz, nos puede permitir acceder a ese estado de calma y serenidad que solo podemos encontrar en ese precioso momento que es el presente. No es necesario asistir a clases de meditación para encontrar la paz que nos proporciona el presente, ni mucho menos. Simplemente se requiere estar atentos a lo que sucede cuando respiramos!