lunes, 16 de diciembre de 2013

Inconsciente vs. Consciente

Veamos un sencillo problema:
Una botella de agua y un caramelo cuestan 1,10 euros.
La botella de agua cuesta 1 euro más que el caramelo.
¿Cuánto cuesta el caramelo?

Un número nos viene enseguida a la mente. Este número es, no hace falta decirlo, 10: 10 céntimos. La marca característica de este fácil problema es que evoca una respuesta que es intuitiva, atractiva y falsa. Pero hagamos la cuentas. Si el caramelo costase 10 céntimos el coste total sería de 1,20 euros (10 céntimos el caramelo y 1,10 la botella de agua), no 1,10 euros. La respuesta correcta es 5 céntimos. Es seguro que la respuesta intuitiva también les vino a la mente a quienes acabaron dando el número correcto; de algún modo ellos sabían cómo resistirse a la intuición.

Las personas solemos creer que la mayoría de decisiones que tomamos son pensadas, razonadas, pero esto no es del todo cierto. La gran mayoría de nuestras decisiones son tomadas por el inconsciente, el cual es rápido, intuitivo y, a veces, falsamente resolutivo. Y pocas son tomadas por el consciente, que es lento y dubitativo. Incluso muchas decisiones que creemos estar tomando ya están tomadas de antemano por el inconsciente sin que podamos percatarnos de ello.

El inconsciente suele desarrollar sus funciones de una manera notable, al menos en las numerosas tareas cotidianas que tenemos que realizar y que requieren tomar una decisión rápida. El problema se presenta cuando decisiones que requieren ser calmadamente razonadas son tomadas también de la misma manera.

El problema de la botella y el caramelo pone en evidencia que muchas personas son demasiado confiadas, prontas a fiarse en exceso de sus intuiciones. Aparentemente encuentran el esfuerzo mental cuando menos molesto y lo evitan todo lo que pueden.

Los humanos somos perezosos por naturaleza y cuando el inconsciente nos da una respuesta a un problema o situación lo solemos dar por válido y no lo sometemos a juicio del consciente. La razón principal es que el inconsciente es rápido, automático y el consciente lento y requiere de control. La información que tiene que pasar por el consciente requiere de un esfuerzo considerable e inconscientemente tendemos a evitarlo.


lunes, 18 de noviembre de 2013

El origen del sufrimiento

Una de las cosas que más quietud mental me aporta es la fotografía. Mientras observo qué encuadre tomar o qué composición encuentro más sugerente, mi mente se concentra en la luz y el color sin dejar apenas espacio para los pensamientos errantes.

Es importante encontrar un espacio o una afición que nos lleve a un estado de quietud mental, ya que es ahí donde podemos percibir la paz. Hay que decir también que hay otras maneras de llegar a ese estado, como el yoga, la escalada, hacer mandalas, bailar, etc., cada uno debe encontrar el suyo.

Desde hace miles de años los budistas saben de la importancia de ese silencio, dos mil quinientos años atrás Buda dijo que el pensamiento es el origen del sufrimiento, sin pensamiento no hay sufrimiento.

Con todo lo dicho hasta ahora parece que lo que quiero decir es que hay que procurar en no pensar a toda costa, pero esto hay que matizarlo. La mente es una herramienta extraordinaria cuando se usa de forma controlada, hacia un fin. El problema surge cuando aparecen pensamientos que se vuelven circulares, que en un inicio son caprichosos, casi inocuos, para terminar siendo el combustible que alimenta nuestro sufrimiento.

A menudo pensamos que nuestra desdicha es debida a factores externos, por culpa de las circunstancias, de los demás, de la vida...Pero el principal motivo de nuestra infelicidad somos nosotros, nuestra mente.

La mente debería ser como una herramienta que utilizamos cuando la necesitamos, no como un caballo desbocado que nos puede derribar en cualquier momento y en cualquier lugar.

martes, 15 de octubre de 2013

El miedo

El ser humano dispone de una herramienta maravillosa como es la mente, y esto nos ha situado a otro nivel en relación al resto de especies. Pero la mente también tiene su talón de Aquiles que, a mi modo de ver, es la gran dificultad que tiene de estar en el momento presente; constantemente regresa al pasado o se proyecta en el futuro.

Seguramente los trastornos de ansiedad hoy están presentes más que nunca en la historia de la humanidad, y la emoción que pone en marcha el motor de la ansiedad es el miedo. El miedo es una emoción básica y, por lo tanto, todos venimos equipados con ella cuando llegamos al mundo. El miedo, en su justa medida es positivo, ya que nos pone en aviso de posibles peligros, el problema aparece cuando es excesivo o se presenta a destiempo y entonces se convierte en un impedimento para llevar una vida normal.

Creo que también resulta necesario aquí hacer mención de algo que a veces se nos escapa, que es la diferencia entre peligro y miedo. El peligro es externo a nosotros y el miedo, como emoción que es, interno. Muchas veces sentimos miedo por algo y no hay un peligro real, y otras veces también sucede que no sentimos miedo y el peligro sí existe.

Resulta interesante comprender cómo opera el miedo y su campo de acción para así poder tener un cierto control sobre él. El lugar en donde el miedo cobra su verdadero protagonismo es en el futuro, este espacio de tiempo al cual no tenemos acceso genera toda clase de pensamientos y emociones siendo el miedo el principal actor en esta obra imaginaria. De todas las cosas imaginables que nos pueden suceder en ese futuro , frecuentemente nos anclamos en la opción que peor panorama presenta. Miedo, incertidumbre y futuro forman la alianza perfecta.

sábado, 14 de septiembre de 2013

El marco de referencia

Suelen ser muchas y variadas las causas de los conflictos entre las personas, pero de forma un tanto reduccionista podríamos decir que hay un origen común: el marco de referencia.

Todos tenemos una opinión más o menos formada de cómo tienen que ser las cosas, las relaciones entre las personas o el comportamiento de un individuo determinado. Esa idea de cómo tiene que comportarse esa persona, sea con los demás o conmigo, se ha ido configurando a lo largo del tiempo principalmente a través de la influencia cultural y familiar que hemos recibido; esas creencias y valores que habremos adquirido será nuestro marco de referencia para interpretar la realidad, nuestra realidad más subjetiva.

Un efecto perverso que tiene nuestro marco de referencia es que nos equipa con una manera determinada y muy posicionada de ver las cosas y nos hace creer que esa manera de ver las cosas es la única viable. Nos despoja de esa flexibilidad mental tan necesaria para intentar comprender la perspectiva que adopta el otro.

A menudo los problemas y las desavenencias se presentan cuando dos personas quieren encontrar una solución a un conflicto pero sus marcos de referencia se encuentran alejados. Si no se tiene la paciencia, el respeto y la comprensión suficiente hacia el marco de referencia del otro, es muy probable que esto nos lleve a un distanciamiento o a un incremento de la tensión en la relación que puede terminar con la ruptura, si no se adoptan las medidas oportunas.

Un ejercicio saludable para la convivencia con los demás y con nosotros mismos, sería cuestionarnos de vez en cuando nuestro marco de referencia, en el sentido de no darle un valor de verdad absoluto, pensar que nuestras opiniones, juicios de valor y demás, algunas veces son ciertas, otras parcialmente ciertas y otras veces serán totalmente erróneas.

                                                                                           

lunes, 19 de agosto de 2013

Si pudiéramos establecer una distinción un tanto radical entre las personas, podríamos realizar dos grupos: a) los que no se hacen preguntas y b) los que sí se hacen preguntas. Pues bien, este blog está destinado al segundo grupo, es decir, a los que se plantean cuestiones a veces un tanto metafísicas y otras veces más terrenales con la clara intención de poner luz donde antes había oscuridad. No pretendo ser pretencioso ni dar respuestas a todas las preguntas, sólo aportar mi visión de las cosas fundamentadas con mi formación en psicología y con mi experiencia de muchos años vividos.

El porqué del título del blog "Buscando el Camino" se debe a dos de mis pasiones: el caminar y la psicología; dos maneras distintas pero complementarias que nos pueden ayudar a encontrar el Camino.
Hace casi veinte años que Paulo Coelho, a través de uno de sus libros, sembró en mí la semilla de la curiosidad por descubrir la alquimia del Camino de Santiago. Sería años más tarde, concretamente el 2005, cuando me iniciaría en ese fascinante Camino y ya no dejaría de regresar a él año tras año.

Podría contar numerosas anécdotas y mágicos momentos que he vivido a lo largo y ancho de mis Caminos, apasionantes e interminables charlas con peregrinos anónimos, buscadores de Caminos. Pero si tuviera que destacar algo de todas las cosas que el Camino me ha enseñado me quedaría, sin duda alguna, con el hecho de que tanto en el Camino de Santiago como en el de la vida hay que procurar que el equipaje sea lo más ligero posible. 

También es cierto que mi formación como psicólogo ha redondeado esa visión que hoy tengo sobre la vida y sobre sus tortuosos "caminos". Me gustaría que este blog se convirtiera en un cruce de caminos, un espacio donde podamos aportar un poco de luz a la oscuridad, para que los obstáculos que nos encontremos puedan hacerse un poco más visibles.


J. V.