lunes, 15 de diciembre de 2014

Soltar la cuerda

Cuentan que una caravana viajaba por el largo desierto. Cuando llegó la noche la caravana se detuvo. El muchacho que estaba al cuidado de los camellos se fue en busca del guía, y cuando lo encontró le dijo: Señor, tenemos un problema, hay doce camellos y solo tenemos once cuerdas, así que ¿cómo lo solucionamos? A lo que el guía le respondió: Bueno, los camellos son animales bastante tontos, así que, ponte al lado del último camello y finge atarlo, entonces se quedará quieto. Y así lo hizo el muchacho, como que lo ataba...Al día siguiente, el cuidador lo primero que hizo fue contar a los camellos para comprobar que estaban los doce. Los mercaderes cargaron los camellos y la caravana se puso de nuevo en camino, menos el último camello que no se movió. Señor, todos los camellos avanzan menos el último! le dijo el cuidador al guía. ¿Es el último el que fingiste atar ayer por la noche? Si, ese! le dijo el cuidador. Pues haz como si lo desatas, porque sino creerá que sigue atado y no empezará a caminar!!!

Seguir añorando lo que fui o lo que tuve nos impide disfrutar de lo que la vida nos brinda ahora.
Cuando algo ya no nos sirve, cuando su tiempo ya pasó, es momento de dejarlo ir. 
Cuando comprendemos que algo acabó, que ya pasó, es el momento de soltar. 
Enfrentarse a la pérdida es necesario, porque si no, no hay duelo, y el duelo es sano y necesario.
A veces nos convencemos a nosotros mismos que queremos seguir con alguien o con algo porque creemos que lo queremos, cuando en realidad es simplemente que nos hemos acostumbrado.
Aferrarse a una situación, a una relación, a una persona, cuando eso ya se terminó, es impedir que la vida fluya, es no dejar que el aire fresco de la existencia nos revitalice de nuevo...
Amar de verdad es permitir y permitirnos soltar la soga, dar la libertad para que el otro elija su camino y nosotros atrevernos a escoger el nuestro.
Mantenernos anclados en situaciones ya caducadas, en relaciones irresolubles y en creencias estrechas sólo nos aporta desilusión y sufrimiento. 
Cierto es que se requiere determinación y coraje , pero es necesario, si queremos vivir de manera coherente, que descubramos qué cuerda soltar y si ahora ya es el momento de hacerlo!

domingo, 16 de noviembre de 2014

La ansiedad

Redondeando las cifras, podríamos decir que casi la mitad de las personas que acuden al médico de cabecera es por un problema relacionado directa o indirectamente con la ansiedad. Afortunadamente, hoy los médicos suelen detectar este trastorno la mayoría de las veces.

Ante todo es necesario hacer una distinción entre la ansiedad natural que todos sentimos en un momento u otro, y que incluso puede ser positiva para realizar cierta actividad, y la ansiedad patológica conocida como trastorno de ansiedad. Es a esta a la que le vamos a dedicar la atención.

La discrepancia puede aparecer en el cómo abordamos la ansiedad. Hay situaciones en que la persona se presenta en la parte más álgida de la crisis, se encuentra desbordada, y ahí puede ser conveniente que el médico le administre un ansiolítico de manera puntual. Pero más allá de ahí, si queremos hacer un buen trabajo y superar la ansiedad con éxito, la persona deberá adoptar un protagonismo activo en su problema, adquirir las herramientas necesarias a través de un proceso psicoterapéutico, que además de ayudarla a superar su problema le servirán como crecimiento personal.

Desgraciadamente, no toda persona que pasa por un trastorno de ansiedad está dispuesta a adoptar ese papel activo tan necesario, unas veces por desconocimiento y otras por diferentes razones. Hay que reconocer que, tomarse una pastilla es, en principio, lo que requiere menos tiempo y esfuerzo.

Actualmente, los psicoterapeutas disponemos de poderosas herramientas para abordar de forma relativamente rápida los diferentes trastornos de ansiedad, sin los efectos contraindicativos ni secundarios que producen los psicofármacos. A pesar de las bondades de la psicoterapia, aún una gran mayoría de la población, opta por los medicamentos como medida prioritaria y única de abordaje de la ansiedad.

Es importante señalar también, que los psicofármacos actúan sobre el síntoma. Muchas veces, lo que ocurre con la ansiedad en realidad, es que los síntomas físicos y psicológicos solo son la punta del iceberg, y el verdadero problema, el origen de ese fuego que es la ansiedad, está en un conflicto encubierto no resuelto.

Hacer un buen trabajo psicoterapéutico  implica, como primera medida, suprimir la sintomatología física y psicológica que tanto malestar y angustia ocasiona a la persona que lo sufre. Pero una vez superada esta fase, en algunas ocasiones, habrá que rascar, buscar la causa y actuar en consecuencia si de verdad queremos dejar atrás la ansiedad de manera definitiva.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Cerrando círculos

Tenemos la enorme suerte de disfrutar de ese fantástico milagro que es la vida. Pero ese gran regalo vendrá envuelto, con toda seguridad, con momentos y situaciones que nos pondrán a prueba, que enturbiarán eso tan maravilloso que es la existencia. Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si nos resistimos a la evidencia, es seguro que habrá desgaste y mucho sufrimiento.

El tiempo pasa de manera inexorable, y, tal como dijo Heráclito hace ya muchos siglos, ¨la única cosa constante en la vida es el cambio¨. Es importante tomar conciencia de lo transitorio y efímero de todo, de las situaciones, de las personas,...Hay que aprender a disfrutar de los momentos buenos y de las personas mientras están con nosotros, y cuando una situación cambia o una persona desaparece de nuestro lado, entender que eso, precisamente, forma parte de la vida.

No podemos estar en el presente añorando el pasado, lo que pasó, pasó, y hay que desprenderse de ello, hay que soltarlo. Dijo un sabio que nada ni nadie es imprescindible, aunque nos lo parezca. Lo que ocurre es que nos habituamos, nos acomodamos a una situación, a un entorno, a una persona...

¿Se terminó nuestra relación?, ¿Nos echaron del trabajo?, ¿Debemos cambiarnos de casa?, Podemos dedicarle mucho tiempo a buscar los porqués, a rebobinar y darle vueltas al asunto una y otra vez, pero al final la realidad se impone y deberemos mover ficha si no queremos quedar atrapados en un círculo sin fin. También es cierto que cada persona tiene su ritmo, y debemos respetarnos y darnos tiempo para recomponernos, para digerir esas pruebas a que nos somete la vida y afrontar la nueva situación. El duelo siempre es sano y necesario.

Nosotros ya no somos los mismos que hace unos meses, ni tan solo unos días, las cosas cambian. La vida ocurre ahora y poner nuestra atención y energía en el pasado no es la mejor solución. Hay una tarea que utilizamos los psicólogos estratégicos que consiste en que el cliente debe hacer un ritual que simboliza, precisamente, el final de una etapa, cerrar un ciclo, desprenderse de lo viejo, de lo que ya no funciona y abrirse a la vida, a lo nuevo...

Quizás la esencia de la madurez humana sea precisamente eso, el aceptar que la vida tiene sus normas y que el cambio es esencial en ella. Aprender a vivir en la incertidumbre y a dejar preguntas sin respuesta, y tener la humildad de aceptar que al final no sabemos nada.

jueves, 11 de septiembre de 2014

La paz interior

Los humanos hemos llegado a un momento tecnológico tan avanzado, que la comunicación entre nosotros se puede dar, y de hecho se da, prácticamente en cualquier lugar, y por más alejados que nos encontremos los unos de los otros. Lo paradójico del caso es que quizás nunca antes había habido tanta gente viviendo sola y también en soledad, al menos en nuestra sociedad occidental.

Hay culturas en el mundo, donde el individuo vive toda su existencia entre los suyos, y jamás es apartado del resto del grupo. Hay sociedades en que las personas siguen permaneciendo bajo el mismo techo incluso cuando ya han fallecido. Evidentemente en la nuestra, en la que nos ha tocado vivir, las costumbres que tenemos al respecto se encuentran totalmente en el otro extremo, para bien y para mal. Pero no es mi intención entrar en que comportamiento sociofamiliar es mejor y moralmente más adecuado, esto no es algo que me corresponde a mi decirlo.

 Sobre lo que sí quiero decir algo es en lo referente al equilibrio emocional, ahí reside en buena medida, a mi modo de ver, el secreto del asunto. Independientemente de que, por circunstancias de la vida, nos haya tocado vivir solos o en compañía, lo crucial, lo más importante, es que vivamos en paz con nosotros mismos. Como alguien dijo una vez, ¨contigo es con quien vas a estar el resto de tu vida¨.

Se hace necesario aclarar que estar solo y estar en soledad son cosas bien distintas. Estar solo es una condición, una circunstancia escogida o no, y estar en soledad es un sentimiento. Uno puede estar rodeado de gente y sentirse solo, y otra persona puede estar sola, vivir alejada física y tecnológicamente de los demás, y no tener para nada ese sentimiento de vacío existencial, de soledad...

Para poder vivir en equilibrio, uno tiene que aprender a reconciliarse con el mundo, pero principalmente consigo mismo y, cierto es, que esa no es tarea fácil. Disfrutar de una paz interior aceptable, y por tanto sin ese sentimiento de soledad que tanta infelicidad produce, se requiere cierta dedicación y constancia a lo largo del tiempo.

Podríamos comparar nuestra mente a un jardín. Si le prestamos la atención necesaria y lo cuidamos suficientemente acabará floreciendo y dándonos sus frutos. Pero no podemos bajar la guardia, las ramas rotas que ocasionan las tormentas de la vida y las malas hierbas siempre van a estar ahí. Es nuestra responsabilidad mantener bello y en orden nuestro jardín interior, para que nos dé una buena calidad de vida, y también se la podamos dar a los demás!



viernes, 15 de agosto de 2014

La comunicación en la pareja

Dicen las estadísticas que más de la mitad de las personas que se casan, o que deciden ir a vivir juntas, terminan rompiendo la relación. Si a ello le añadimos las parejas que ya no funcionan, pero que por el motivo que sea, como por ejemplo por razones económicas, deciden seguir viviendo bajo el mismo techo, el porcentaje tiene tintes de epidemia.

A la luz de esos datos, podríamos pensar que la culpa de todo la tiene la época en la que nos ha tocado vivir, pero lo cierto es que convivir con otras personas, y en este caso en pareja, siempre ha sido difícil. En épocas pasadas las separaciones no se producían de manera tan acusada por diversas razones, como la dependencia de la mujer a los recursos económicos del marido, o a aspectos más socioculturales como que no estaba bien visto que uno de los cónyuges se fuera de casa.  La verdad es que no parece haber secretos ni recetas milagrosas que nos garanticen el éxito conyugal, pero si que hay una serie de principios, que si los tenemos en cuenta a lo largo del tiempo, pueden hacer que la convivencia y la relación sean mucho más llevaderos. 

Recuerdo que una de las últimas cosas que me dijo mi abuelo antes de morir fue: "procurad no discutir". Esto, en principio, quedó grabado en mi memoria pero sin darle mayor importancia. Con el tiempo, con la madurez y los conocimientos que fui adquiriendo, comprendí la profundidad de la frase. Cuando uno discute se posiciona en una forma determinada de ver las cosas, se refuerza en esa posición y se cierra e impide la posibilidad de contemplar las cosas de una manera diferente, nueva... El mensaje, lo que queremos comunicar, pasa a un segundo plano, y las formas, el cómo lo decimos, es el que toma todo el protagonismo.

En cambio, hablar significa expresar lo que pensamos y sentimos, al mismo tiempo que respetamos los tiempos del otro y le permitimos y creamos el espacio suficiente para que también él se pueda expresar. Hablar a ese nivel significa ejercitar la escucha, tener en cuenta lo que el otro dice, darnos cuenta que la otra persona puede ver las cosas de manera muy distinta a la nuestra y aún así llevarnos bien, esa es la auténtica comunicación en la pareja.

Cada persona evoluciona a su propio ritmo y en una dirección determinada en la vida. Cuando dos personas deciden ir a vivir juntas, están en un momento concreto y coincidente. Las experiencias que vamos acumulando más otros factores, hacen que cambiemos con el tiempo, que veamos las cosas de manera diferente, y lo que en su momento funcionó en la pareja, puede que un día deje de funcionar.

Cierto es que son muchas las causas que pueden hacer que una relación se tuerza, y muchas las variables que no controlamos, pero si expresamos lo que sentimos y le permitimos al otro que pueda hacer lo mismo tenemos mucho de ganado. Es necesario crear espacios y momentos en un ambiente relajado para intercambiar pensamientos y sentimientos, debemos hablar pero también escuchar para poder entender. Una buena comunicación no es garantía de éxito en la pareja, pero una mala comunicación si es garantía de fracaso.




martes, 15 de julio de 2014

Lo importante

Hay determinadas situaciones en la vida que suelen hacer que despertemos del sueño de la inconsciencia, y una de esas situaciones que provoca ese cambio es la enfermedad. Una enfermedad grave de un ser querido, o la nuestra propia, es un fuerte golpe que hace que recuperemos el sentido de la vida, que de repente toquemos de pies en el suelo y tomemos consciencia de que la vida es algo muy preciado y efímero y que en cualquier momento se nos puede ir.

Vivimos en una sociedad comercialmente muy avanzada, donde podemos encontrar cualquier producto para cubrir nuestras necesidades más rebuscadas. Desde una perspectiva del bienestar, eso parece que está muy bien, pero, a mi modo de ver, tiene otra cara más perversa y que hay que saber desvelar y situarla en el lugar que le corresponde.

Cuentan que una vez estaba Ortega y Gasset paseando por una gran ciudad, cuando pasó por delante de unos grandes almacenes y se detuvo, observó detenidamente y reflexionó y dijo: " hay que ver la cantidad de cosas que no necesito". Creo sinceramente, que debemos practicar, tal como hacía Ortega y Gasset, el arte de la reflexión, debemos replantearnos nuestro orden de prioridades y descubrir qué es lo realmente importante en la vida.

Encontrar el equilibrio entre el interior y el exterior siempre va a ser difícil, solo hay que hablar un poco con la gente para darse cuenta de la cantidad de personas que sufren desórdenes emocionales y problemas relacionales. Todos estamos metidos dentro de una noria a la que llaman progreso y que gira a gran velocidad, con lo cual, el mareo y el desconcierto que nos produce es importante.

Con eso no quiero decir que tengamos que renunciar a los placeres que la sociedad actual nos brinda, pero si que creo que debemos encontrar un cierto equilibrio entre lo mundano y lo divino. Para encontrar ese equilibrio tan necesario debemos de bajarnos de la noria de vez en cuando, detenernos y tomar una visión de conjunto, reflexionar... Pienso que ahí radica uno de los secretos para vivir en paz y armonía con uno mismo.

Desgraciadamente, a veces, para poder despertar de esa locura de la que todos estamos afectados, es necesario pasar por el trance de la enfermedad grave. No es raro encontrarse con alguien que ha pasado o está pasando por ese difícil momento, y ver que algo muy profundo en él ha cambiado. Cosas en las que antes ponía todo su interés ahora ya no son importantes, y cosas, detalles, como por ejemplo contemplar un atardecer, que antes le pasaban totalmente desapercibidas han cobrado ahora un valor prioritario.



domingo, 15 de junio de 2014

Premisas en la amistad

Vivimos en una sociedad tecnológicamente avanzada, en la que el dinero es su máxima expresión de poder. Afortunadamente, hay algunas cosas en este mundo que aún escapan a su dominio, que aún no se pueden comprar, y una de esas pocas cosas, que hay que cuidar como si de un tesoro se tratase, es la amistad. Este término es un concepto que suele llevar a no pocos al error, ya que es relativamente frecuente confundir a alguien a quien encontramos simpático, o con quien vamos de copas, con alguien con quien establecemos una auténtica relación de amistad.

La amistad, como relación íntima que es, también tiene sus límites. Hay personas que piensan que a un amigo se le puede pedir cualquier cosa, que tiene que estar a nuestra disposición siempre que lo necesitemos, y esto, a mi modo de ver, es un error. Probablemente, si queremos deteriorar una relación de amistad, la mejor manera de hacerlo es exigir al otro más de lo que está dispuesto a dar. La amistad no se pide, la amistad se da!

Una premisa básica para tener un amigo es conocerlo, conocerlo íntimamente se entiende, saber sus gustos, sus deseos...Y para llegar a ese nivel de profundidad en la relación hay que aprender a estar algunas veces en silencio, a escucharlo. Saber escuchar al otro es una de las características más importantes en una relación, y cuando encontramos a alguien que tiene esta virtud, que sabe escuchar, instintivamente depositamos la confianza en esa persona y solemos sentirnos francamente bien a su lado. Desgraciadamente vivimos un momento en que la mayoría de personas con las que nos relacionamos tienen una necesidad imperiosa de hablar, pero no de escuchar.

Otra premisa importante y relacionada con lo que acabamos de decir es que a veces, las personas, los amigos, lo que desean de nosotros es, simplemente que estemos a su lado, que las escuchemos, sobretodo cuando pasan por ciertas dificultades, que por cierto, es uno de esos momentos cuando sometemos a la amistad a una auténtica prueba. Las personas no suelen querer que les demos sermones de como tienen que vivir su vida, o de cómo deben educar a sus hijos. Dar nuestra opinión sobre los problemas de los demás puede ser indicado pero sólo cuando nos la piden!

Que un amigo nos pida nuestra opinión sobre algo y nosotros se la demos, no quiere decir que esa persona deba hacer eso que nosotros pensamos que es lo más indicado. Nosotros habremos aportado quizás otra visión y también quizás la habremos ayudado de alguna manera, pero la decisión le corresponde solamente a ella y debemos aceptarlo. Un consejo se da de manera libre y libre es el otro para decidir si seguirlo o no.


jueves, 15 de mayo de 2014

Dejar volar

Cuando mi hija se fue de casa para vivir su vida, durante un tiempo, para mi fue difícil. De pronto me dí cuenta que algo emocionalmente importante en mi vida había cambiado. Estuve una temporada debatiéndome entre la normalidad y la tristeza, es lo que los psicólogos llamamos el "síndrome del nido vacío". Cuando le comentaba a mi mujer mis pensamientos y emociones al respecto, me dijo que ella lo sufrió cuando nuestra hija empezó a salir y a llegar tarde a casa por las noches, y fue alrededor de los diecisiete años.

Las personas pasamos por momentos, experiencias en la vida, que son como un fuerte golpe y la correspondiente conmoción. Afortunadamente, los humanos contamos con mecanismos de defensa que nos ayudan, la mayoría de las veces, a soportar y superar, y por consiguiente a adaptarnos a la nueva situación. 

Si somos capaces de dejar nuestro egocentrismo un poco de lado y observar en perspectiva estas cosas y otras parecidas que todos sufrimos en un momento u otro de la vida, podemos llegar a sacar alguna que otra enseñanza, aunque ésta tenga más bien cierto tinte filosófico. La primera, y quizá la más importante para mi, es que mi hija no es mía, no en el sentido de propiedad. Mi hija es hija de la vida, y yo, nosotros, somos el vehículo utilizado por la vida para tal fin. 

Muchos de los conflictos entre las personas y más concretamente entre padres e hijos, se producen porque olvidamos este principio, debemos estar ahí, cuidando, apoyando y respetando la dirección que la persona decida tomar, aunque no sea el camino que a nosotros nos gustaría que tomara, debemos liberar a la persona de nuestros prejuicios y miedos y aceptar su decisión, al fin y al cabo es su vida.

No tenemos la capacidad de predecir el futuro ni certeza alguna de que sepamos realmente qué es lo mejor para nuestros hijos, y algunas veces ni tan solo para nosotros mismos, vivimos en la incertidumbre y debemos permitir que experimenten la vida y saquen sus propias conclusiones. 

Alguien dijo que vivir es aprender a despedirse. Aunque la frase, a mi modo de ver, es un poco fatalista, si que estoy parcialmente de acuerdo con ella en el sentido de que debemos dar y darnos el permiso para que las personas a las que queremos vivan su vida como lo consideren oportuno. Creo que es un acto de amor, respeto y sabiduría hacia la persona, hacia la vida y hacia nosotros mismos.













lunes, 14 de abril de 2014

El equilibrio de la atención

Hay cosas en la vida que son tan importantes que todos las deberíamos saber, y una vez sabidas hacer todo lo que estuviera en nuestra mano para no olvidarlas. Una de esas cosas a las que yo le atribuyo esa importancia es lo que denomino el equilibrio de la luz.

La vida, a través de su mecanismo que es la evolución, nos ha dotado a los humanos de una herramienta fantástica como es la mente. Pero no me interesa ahora desvelar sus virtudes, que se supone todos ya más o menos conocemos, sino al contrario, alguno de sus defectos. 

Cuando se nos presenta un problema que debemos resolver, o un conflicto con alguien, la mente tiene la inclinación lógica y natural de focalizar su energía en eso que nos inquieta. Eso, en principio, parece que está bien, pero si vamos un poco más allá pronto descubriremos que la mente es muy adictiva y fácilmente nos daremos cuenta que quedamos ¨pillados¨ en eso que nos preocupa.

La mente, a través del pensamiento, es como un foco que pone toda su luz sobre algo. En principio eso parece lo adecuado ya que es lo que debemos solucionar, pero esto suele crear otro problema, aún más importante si cabe que el problema original, y es que tanta luz en un punto hace que el entorno se quede como a oscuras y que perdamos su visibilidad.

Focalizar la atención sólo sobre un punto, sobre lo que nos pasa, suele tener como resultado que perdemos la visión de conjunto de nuestra vida. Observar la globalidad nos ayuda a relativizar y eso es fundamental para encontrar el equilibrio emocional. Otro efecto pernicioso que acarrea el focalizarnos en un problema de manera prolongada es el efecto de amplificación que se produce. Poner nuestra atención en algo hace que ese algo tome mucho protagonismo y se sobredimensione de manera importante en relación a lo demás, y el resultado de esto es una distorsión de la realidad.

Evidentemente debemos dedicar tiempo y esfuerzo a resolver las pruebas que la vida nos presenta, pero también debemos alejar de vez en cuando el foco para poder tener esa visión de conjunto tan necesaria para que nuestro pensamiento y nuestra vida estén en equilibrio.

La mente de manera automática y natural siempre nos llevará hacia la focalización. Nos corresponde a nosotros, no sin esfuerzo y constancia, decidir si queremos ver solo una parte del camino o tener una visión de conjunto de ese vasto paisaje que es nuestra vida.


sábado, 15 de marzo de 2014

La incertidumbre

Hay unas maneras de pensar instaladas en la sociedad que, a mi modo de ver, son totalmente confusas y erróneas. Concretamente me refiero a la atribución de causalidad que le asignamos a muchos de los acontecimientos que nos pasan en nuestra vida.

Tanto en los medios de comunicación como en las personas que se relacionan con nosotros, es fácil escuchar relatos o acontecimientos que, una vez han sucedido, se les atribuye una coherencia, una previsibilidad que nos puede hacer pensar que lo que ha sucedido no podía haber sido de otra manera; los seres humanos tenemos la necesidad de dar sentido a lo que ocurre en nuestras vidas. La rutina, las costumbres, produce la falsa percepción de predecibilidad. Cuando realizamos un proyecto o iniciamos algo, inmediatamente nuestra mente ya nos presenta un escenario muy probable de lo que ocurrirá, sin, muchas veces advertir, que el escenario que proyectamos es uno más de los muchos que pueden ocurrir. 

Se puede hacer la prueba, un juego si se prefiere, que puede consistir en hacer una previsión de algo que, a nuestro modo de ver, va a suceder probablemente en un futuro más o menos cercano. Si se toman la molestia de hacer este pequeño experimento, puede ser que descubran que aquello que pensaban que iba a suceder, por la razón que sea, ha terminado ocurriendo de una manera bien distinta. Contrariamente a lo que se pueda pensar, los seres humanos somos muy malos en eso de hacer predicciones.

Una de las razones por las que tenemos esa necesidad de prever, de controlar, es el miedo que nos produce la incertidumbre, lo desconocido; algunos lo llamarán inseguridad, pero en el fondo es el miedo camuflado. Podemos pensar que si nos movemos por nuestra zona de confort, conocida, tenemos el control de nuestro destino, pero no es cierto. Aunque durante un tiempo hayan estado sucediendo las cosas de una manera determinada no significa que mañana no puedan cambiar. Cuando uno comprende que casi no existe seguridad en nada, uno ya empieza a estar dispuesto a correr un cierto riesgo, a abandonar esa ¨zona de confort¨ y así descubrir los nuevos caminos que nos puede mostrar la vida.

Aceptar la realidad de la incertidumbre no es fácil, ya que eso significa el descubrir que estamos más desprotegidos y más solos de lo que pensábamos, que la vida tiene sus propias reglas y una de ellas es el azar ! Es importante comprender que existe riesgo cuando abandonamos la zona de confort, pero también cuando permanecemos en ella, aunque la percepción que tengamos de la una y de la otra sea bien distinta. Aprender a vivir en la incertidumbre requiere coraje y el premio que podemos conseguir es crecer como seres humanos libres.

domingo, 16 de febrero de 2014

La felicidad

Alguien dijo una vez que la alegría es la antesala de la felicidad. A mi modo de entender, la alegría es más temporal, más dependiente de los acontecimientos que vivimos y de cómo nos encontremos en cada momento. Por el contrario, la felicidad es más estable, en el sentido de que es menos dependiente de las circunstancias externas y tiene más que ver con nuestros objetivos vitales y el sentido que le damos a la vida.

Se ha escrito mucho sobre la felicidad y también existen muchos tópicos sobre ella, como por ejemplo que "el dinero no da la felicidad" o que "hay lugares en que la gente no tiene nada y es feliz". En cualquier caso, la felicidad es un tema que despierta mucho interés a la mayoría y también la ciencia ha hecho contribuciones interesantes al respecto. Hace unos años, un estudio comparativo entre ciudadanos británicos con alto poder adquisitivo y diversas etnias centro africanas, puso de manifiesto, que las personas con importantes recursos económicos son un poco más felices que las personas más desfavorecidas económicamente.

Hay una idea un tanto romántica de que necesitamos muy pocas cosas para ser felices, pero, sin ir a este extremo en el que, por desgracia muchos están, si que necesitamos tener unos mínimos cubiertos. También es cierto que necesitamos muchas menos cosas de las que nos han hecho creer que necesitamos. Tomar conciencia de esto nos puede ayudar a reorientar y ver realmente lo que es importante para nosotros para alcanzar un cierto grado de felicidad. Pensar que cuando alcance cierta cantidad de dinero, o cuando tenga la casa de mis sueños por fin seré feliz es una quimera, y el precio que se suele pagar acostumbra a ser muy alto. La felicidad hay que vivirla mientras hacemos el camino, no posponerla para cuando lleguemos a la meta!

La felicidad como estado interno que es, debe ser cultivada a ese nivel y cada uno de nosotros debe buscar en su interior qué lo hace vibrar. Una pista que nos puede indicar que estamos en el camino correcto hacia nuestra felicidad es lo que Csikszentmihalyi denomina "fluir", y que se refiere que al llevar a cabo una actividad podemos estar tan inmersos en ella que el espacio y el tiempo pueden dejar de existir.En este estado de flujo suele ser frecuente que nos acompañe un gran entusiasmo y la creatividad aumente significativamente.

Muchas personas creen que pueden encontrar la felicidad como por arte de magia, como al que le toca un boleto de la lotería, pero la felicidad como un "estado" de la persona que es, debe trabajarse día a día.Como dijo Gandhi: "La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía".


martes, 14 de enero de 2014

Verdad o Realidad

  El hombre desde la antigüedad,  ha buscado el sentido de su existencia y ha dedicado tiempo y esfuerzo a buscar la verdad, y muy a menudo, confundiendo conceptos, lo que se ha encontrado es la realidad. Estas son cuestiones que desde tiempos inmemoriales, la psicología y más la filosofía, han intentado dar respuesta a través de conceptualizar y diferenciar la verdad de la realidad.

  Para mi la verdad no es algo de lo que se pueda discrepar, ya que la verdad es autónoma, es la que es; es algo que se halla en una posición objetivamente externa a nosotros y,  por lo tanto, carece de opiniones y juicios de valor. Lo que sí es opinable y totalmente subjetivo es la realidad, la cual estamos construyendo y reconstruyendo continuamente.

  Esto quizás lo entendamos mejor con un ejemplo: Cuando llueve, estemos atentos o no y lo queramos o no, es verdad se mire como se mire; es un hecho, es totalmente objetivo. Lo que si ya es más discutible y subjetivo, es la cantidad de lluvia que cae, que dependerá del observador y de cómo se encuentre en ese momento. Un observador puede opinar que llueve poco y otro observador, ante la misma cantidad de agua, puede pensar que llueve mucho.

  Dicho esto, podemos intuir fácilmente que los psicólogos podemos intervenir bien poco en esto que llamamos y entendemos  por verdad, y los esfuerzos -la psicoterapia en este caso- irán enfocados a descifrar y redefinir  la forma de percibir las cosas que cada persona tiene de manera única; esto es, su realidad. Dicho de otra manera, no podemos cambiar los hechos pero sí podemos relacionarnos con ellos de manera diferente.

 Justamente ahí está el reto y la dificultad. Las personas, cuando acuden a terapia, tienen una idea bien asentada de cómo deben ser las cosas, están bien posicionadas en su perspectiva desde la que contemplan el mundo y, normalmente, para poder superar una situación y evolucionar, es necesario tomar una perspectiva nueva y diferente de esto que llamamos realidad.