domingo, 15 de junio de 2014

Premisas en la amistad

Vivimos en una sociedad tecnológicamente avanzada, en la que el dinero es su máxima expresión de poder. Afortunadamente, hay algunas cosas en este mundo que aún escapan a su dominio, que aún no se pueden comprar, y una de esas pocas cosas, que hay que cuidar como si de un tesoro se tratase, es la amistad. Este término es un concepto que suele llevar a no pocos al error, ya que es relativamente frecuente confundir a alguien a quien encontramos simpático, o con quien vamos de copas, con alguien con quien establecemos una auténtica relación de amistad.

La amistad, como relación íntima que es, también tiene sus límites. Hay personas que piensan que a un amigo se le puede pedir cualquier cosa, que tiene que estar a nuestra disposición siempre que lo necesitemos, y esto, a mi modo de ver, es un error. Probablemente, si queremos deteriorar una relación de amistad, la mejor manera de hacerlo es exigir al otro más de lo que está dispuesto a dar. La amistad no se pide, la amistad se da!

Una premisa básica para tener un amigo es conocerlo, conocerlo íntimamente se entiende, saber sus gustos, sus deseos...Y para llegar a ese nivel de profundidad en la relación hay que aprender a estar algunas veces en silencio, a escucharlo. Saber escuchar al otro es una de las características más importantes en una relación, y cuando encontramos a alguien que tiene esta virtud, que sabe escuchar, instintivamente depositamos la confianza en esa persona y solemos sentirnos francamente bien a su lado. Desgraciadamente vivimos un momento en que la mayoría de personas con las que nos relacionamos tienen una necesidad imperiosa de hablar, pero no de escuchar.

Otra premisa importante y relacionada con lo que acabamos de decir es que a veces, las personas, los amigos, lo que desean de nosotros es, simplemente que estemos a su lado, que las escuchemos, sobretodo cuando pasan por ciertas dificultades, que por cierto, es uno de esos momentos cuando sometemos a la amistad a una auténtica prueba. Las personas no suelen querer que les demos sermones de como tienen que vivir su vida, o de cómo deben educar a sus hijos. Dar nuestra opinión sobre los problemas de los demás puede ser indicado pero sólo cuando nos la piden!

Que un amigo nos pida nuestra opinión sobre algo y nosotros se la demos, no quiere decir que esa persona deba hacer eso que nosotros pensamos que es lo más indicado. Nosotros habremos aportado quizás otra visión y también quizás la habremos ayudado de alguna manera, pero la decisión le corresponde solamente a ella y debemos aceptarlo. Un consejo se da de manera libre y libre es el otro para decidir si seguirlo o no.