sábado, 15 de marzo de 2014

La incertidumbre

Hay unas maneras de pensar instaladas en la sociedad que, a mi modo de ver, son totalmente confusas y erróneas. Concretamente me refiero a la atribución de causalidad que le asignamos a muchos de los acontecimientos que nos pasan en nuestra vida.

Tanto en los medios de comunicación como en las personas que se relacionan con nosotros, es fácil escuchar relatos o acontecimientos que, una vez han sucedido, se les atribuye una coherencia, una previsibilidad que nos puede hacer pensar que lo que ha sucedido no podía haber sido de otra manera; los seres humanos tenemos la necesidad de dar sentido a lo que ocurre en nuestras vidas. La rutina, las costumbres, produce la falsa percepción de predecibilidad. Cuando realizamos un proyecto o iniciamos algo, inmediatamente nuestra mente ya nos presenta un escenario muy probable de lo que ocurrirá, sin, muchas veces advertir, que el escenario que proyectamos es uno más de los muchos que pueden ocurrir. 

Se puede hacer la prueba, un juego si se prefiere, que puede consistir en hacer una previsión de algo que, a nuestro modo de ver, va a suceder probablemente en un futuro más o menos cercano. Si se toman la molestia de hacer este pequeño experimento, puede ser que descubran que aquello que pensaban que iba a suceder, por la razón que sea, ha terminado ocurriendo de una manera bien distinta. Contrariamente a lo que se pueda pensar, los seres humanos somos muy malos en eso de hacer predicciones.

Una de las razones por las que tenemos esa necesidad de prever, de controlar, es el miedo que nos produce la incertidumbre, lo desconocido; algunos lo llamarán inseguridad, pero en el fondo es el miedo camuflado. Podemos pensar que si nos movemos por nuestra zona de confort, conocida, tenemos el control de nuestro destino, pero no es cierto. Aunque durante un tiempo hayan estado sucediendo las cosas de una manera determinada no significa que mañana no puedan cambiar. Cuando uno comprende que casi no existe seguridad en nada, uno ya empieza a estar dispuesto a correr un cierto riesgo, a abandonar esa ¨zona de confort¨ y así descubrir los nuevos caminos que nos puede mostrar la vida.

Aceptar la realidad de la incertidumbre no es fácil, ya que eso significa el descubrir que estamos más desprotegidos y más solos de lo que pensábamos, que la vida tiene sus propias reglas y una de ellas es el azar ! Es importante comprender que existe riesgo cuando abandonamos la zona de confort, pero también cuando permanecemos en ella, aunque la percepción que tengamos de la una y de la otra sea bien distinta. Aprender a vivir en la incertidumbre requiere coraje y el premio que podemos conseguir es crecer como seres humanos libres.