domingo, 15 de marzo de 2015

Escuchar y sugerir

Todos nosotros, en un momento u otro de nuestra vida, pasamos por ciertas dificultades y situaciones que hacen que necesitemos de los demás de alguna manera. Las personas, como seres sociales que somos, muchas veces tenemos la necesidad de compartir lo que nos pasa y expresar cómo nos sentimos, aún cuando el problema sea nuestro y nosotros seamos, en última instancia, quienes tengamos que tomar la decisión de qué camino seguir.

Suele ser habitual, que cuando tenemos un problema, a las primeras personas a las que les hacemos partícipes de ello sean a las que tenemos más próximas, es decir, familiares y amigos. También suele suceder que esas personas allegadas nos aconsejen de manera pronta qué debemos hacer y cómo hacerlo. 

Pero muchas veces sucede que las personas, cuando le contamos algo a alguien, no buscamos que nos digan qué debemos hacer, simplemente lo que queremos es ser escuchados, comprendidos, y, muy importante, no ser interrumpidos. Es muy reconfortante para la persona que sufre tener a alguien a su lado que le dedica su tiempo, que la escucha con atención. ¡Los consejos deberían darse solo si el otro realmente nos lo solicita!

En relación a los consejos hay que hacer un inciso. Puede ser que en un momento dado alguien nos pregunte qué haríamos nosotros ante tal situación o problema, pero esto no quiere decir que la persona que nos pide nuestra opinión tenga que seguir nuestro ¨sensato¨ consejo. ¡Los consejos están para ser escuchados pero no necesariamente para ser seguidos! En última instancia, es la persona afectada la que debe decidir qué decisión tomar.

También me gustaría añadir un matiz a todo esto; no es lo mismo aconsejar que sugerir. Cuando alguien recibe un consejo suele tener una sensación de inferioridad, y también de cierta imposición por parte del otro, si tenemos que decir algo a alguien la sugerencia suele ser lo más indicado. Cuando le sugerimos algo a alguien la persona suele recibir el mensaje con una grata sensación de prudencia y respeto.

No cabe duda de que las personas que nos quieren desean lo mejor para nosotros, pero eso no quiere decir que esos consejos tan bien intencionados sea lo que más nos conviene. Hay que darse cuenta, que lo que podría ser válido para uno mismo no tiene porque serlo para el otro. La otra persona tiene una manera distinta de ver las cosas, y por tanto, la decisión que tomará será desde su perspectiva. En última instancia, hay que permitir que el otro tome sus propias decisiones, para bien o para mal.